¿El Hombre Jesús es También Dios?

¿El Hombre Jesús es También Dios?

March 15th, 1981 @ 10:50 AM

¿EL HOMBRE JÉSUS ES TAMBIÉN DIOS? DR.  W.  A.  CRISWELL Mateo 27:39-43 03-15-81  10:50 a.m.   Os habla el pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas con el segundo sermón de la serie de mensajes doctrinales sobre Cristología, la doctrina de Cristo, titulado ¿El Hombre Jesús...
Print Sermon

Related Topics

Downloadable Media
Share This Sermon
Show References:
ON OFF

¿EL HOMBRE JÉSUS ES TAMBIÉN DIOS?

DR.  W.  A.  CRISWELL

Mateo 27:39-43

03-15-81  10:50 a.m.

 

Os habla el pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas con el segundo sermón de la serie de mensajes doctrinales sobre Cristología, la doctrina de Cristo, titulado ¿El Hombre Jesús Es También Dios?

Como texto base utilizaremos el capítulo 27 de Mateo, comenzando en el versículo 39, Jesús es crucificado y está colgado en la cruz. Entonces el versículo 39 de Mateo 27 dice:

Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo. Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes escarneciéndole junto con los escribas, los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. Si es el Rey de Israel, que descienda ahora de la cruz…Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.

[Mateo 27:39-43]

Porque Él dijo: “Yo soy el Hijo de Dios” [Juan 10:36], y afirmó: “El que me ha visto a mí, ha visto a Dios el Padre” [Juan 14:9]. Y “Antes que Abraham fuese, yo soy” [Juan 8:58]. El gran todopoderoso, omnipotente: “Yo soy” [Éxodo 3:14], dijo.

Dime, si alguien señalara a un compañero y dijera: “Ese hombre dice que es Dios”, ¿qué pensarías? “Mira ese hombre, dice que es Dios”. Reaccionarías casi instintivamente. “¿En serio? ¿Qué él es Dios? Debe estar loco, un chiflado. Debe tener una enfermedad mental o es un lunático. ¿Él dice que es Dios? ”

Hay tres posibilidades cuando nos enfrentamos a una afirmación tan incrédula e increíble, tres. Número uno: Jesús dijo que Él era Dios, pero sabía que no lo era. Él es un charlatán. Es un engañador intencionado y bien informado. Es un mentiroso manifiesto. Esa es una posibilidad. La segunda posibilidad: Jesús dijo que Él es Dios, pero se auto engañó. Estaba mentalmente enfermo. Estaba loco, era anormal, sufría trastornos mentales. La tercera posibilidad: Él nunca dijo que Él era Dios. Los discípulos pusieron esas palabras en su boca y ellos son los charlatanes y los engañadores.

Echemos un vistazo a estas posibilidades por un minuto: Primero: Él dijo que era Dios, pero sabía que no lo era. Él era un mentiroso intencionado, un charlatán. Él era un mentiroso. Incluso los enemigos más fanáticos del Señor, los no creyentes, en raras ocasiones han llegado a una conclusión así, que el Señor era un mentiroso, un engañador y consciente impostor y charlatán. La razón de ello es muy evidente. Tenemos aquí en la Biblia lo que el Señor enseñó, páginas tras páginas de sus enseñanzas y no suenan como las de un mentiroso, un charlatán o un impostor.

Sería difícil concluir que las incomparables enseñanzas éticas, morales, espirituales de Jesús estaban basadas en la mentira. Y la segunda faceta de esto no es menos impensable. Es difícil convencerse a uno mismo de que el carácter hermoso, perfecto, sin pecado, noble, virtuoso de nuestro Señor es el de un impostor, que Él es un engañador.

El fallecido CS Lewis, el brillante periodista de Inglaterra, maravillosamente convertido, en el libro El caso del cristianismo, escribe estas palabras: “Estoy tratando de evitar que alguien diga la cosa más tonta que a menudo la gente dice acerca de Jesús. Es decir: ‘Estoy listo para aceptar a Jesús como un gran maestro moral, pero no acepto su afirmación de ser Dios’. Eso es lo único que no se puede decir. Un hombre que no fuera más que un hombre y dijera el tipo de cosas que Jesús dijo, no sería un gran maestro moral. O sería un lunático, al nivel de un hombre que dice ser un huevo cocido o, un diablo del infierno. Usted debe hacer su elección. O este hombre fue y es el Hijo de Dios, o es un loco o algo peor. Usted lo puede tomar por un tonto, puede escupirlo y matarlo por ser un demonio, o puede caer a Sus pies y llamarlo Señor y Dios; pero no vengamos con ninguna tontería condescendiente sobre Él diciendo que es un gran maestro humano.

Él no nos ha dado a entender esto. Es inconcebible e inimaginable que la bella, santa, noble vida de nuestro Señor sea la de un impostor y un charlatán.

Entonces, la primera posibilidad es que Jesús dijo que Él era Dios, pero sabía que no lo era. Él es un impostor. La segunda posibilidad: Jesús dijo que Él era Dios, pero Él  estaba mentalmente enfermo. Se engañaba a sí mismo. Esto podría provocar una discusión sobre si Jesús era un psicótico, un paranoico, un megalómano con delirios de grandeza afirmando que Él es Dios. Bueno, tenemos Su vida expuesta ante nosotros hasta el más mínimo detalle y sus palabras página tras página. Leámoslas. ¿Cuándo leéis estas profundas palabras del Señor Jesús, os suenan como las de un hombre que sufre trastornos mentales, que está paranoico, que es psicótico, que está loco? ¿Al leer las palabras del Señor Jesús,  os parecen que son las palabras de un hombre que sufre trastornos mentales? ¿ Él es un loco? A mí no me parece, ni a vosotros, ni a nadie con dos dedos de frente. “Nunca un hombre habló como este hombre” [Juan 7:46].

La tercera posibilidad. La primera: Dijo que era Dios pero Él sabía que no lo era, era un impostor, un mentiroso. La segunda posibilidad: Dijo que era Dios pero estaba engañándose a sí mismo, era enfermo mental, era una locura. La tercera posibilidad: Él nunca dijo que era Dios, sino que fueron los discípulos quienes pusieron esas palabras en su boca. Ellos lo deificaron. Bueno, vamos a mirar honestamente a la posibilidad de que los discípulos deificaran al Señor, que hicieran un Dios aparte de él.

En primer lugar, no ha habido nunca nadie que fuera un candidato más pobre para la deificación que Jesús. Puedo imaginar a los griegos deificando a Alejandro Magno, el creador del gran imperio helenístico. Y de hecho lo hicieron. Puedo entenderlo. Puedo comprender cómo los romanos deificaran a César Augusto. Él tenía a todo el mundo civilizado en su mano de hierro. Puedo entender que se inclinaran ante César Augusto. Pero ni en decenas de miles de años podría comprender que los Judíos monoteístas  divinizaran a un carpintero pobre de Nazaret que fue crucificado como un criminal. No tiene sentido. Él era el peor candidato imaginable para la deificación.

En segundo lugar: En cada punto cardinal, la concepción de sí mismo de Jesús era diametralmente opuesta a la de todo el pueblo judío, incluidos los discípulos, con respecto a lo que el Mesías era. Sin excepción, la nación judía, incluyendo a los discípulos, consideraban al Mesías como el que traería el reino, el reino mesiánico, y conduciría a un ejército victorioso contra la esclavitud romana, los maestros, los hombres que los habían derrotado y reducido a polvo, a los que los insultaron. No podéis imaginar el odio que los judíos tenían a las palabras de Dios con respecto a la Roma pagana que los había aplastado. Pocos años después de la vida de nuestro Señor en el año 66 d.C., montaron esa revuelta contra Roma impresionante que terminó en la destrucción de la nación en el año 70. Sin excepción, los discípulos y la nación judía buscaban un Mesías que los  llevara a la gloria, a un reino que fuera materialmente lleno de grandeza y de gloria.

El Señor Jesús dijo: “Mi reino no es de este mundo”. La idea de un Mesías sufriente nunca la habían contemplado y era impensable para ellos. ¿Y que fuese crucificado y muriera? ¿El ​​Mesías? Nunca imaginaron algo así. La idea que nuestro Señor tenía de Su propio ministerio, su concepción del ministerio mesiánico, era diametralmente opuesta a la de los judíos, incluyendo a todos los discípulos.

Estoy hablando de los discípulos que ponen la deidad en boca de Jesús, haciendo un Dios fuera de Él. En tercer lugar: Los discípulos de nuestro Señor fueron ética, religiosa, moral y psicológicamente incapaces de realizar tal milagro como la deificación. No podían hacerlo. Fueron ellos mismos los que tuvieron que ser convencidos. Simón Pedro dijo: “Ni siquiera lo conozco. Nunca oí hablar de él. Ni siquiera lo conozco”. Juan llevo a su madre, a la madre de Jesús, María, a su casa para cuidar de ella el resto de su vida. Todo había terminado. Ya estaba hecho. Cada sueño había sido aplastado en el polvo de la tierra. Para Juan, todo había terminado.

El gran Saulo de Tarso, quien se convirtió en el apóstol Pablo, dijo: “Yo soy el más pequeño de los santos, porque perseguí a la iglesia de Dios. Y cuando los mataron, yo di mi voto contra ellos”. Los hombres que tuvieron que ser convencidos de nuestro Señor fueron los propios discípulos. Tampoco podrían haber inventado la vida de nuestro Señor. Ningún hombre puede. Ningún hombre es capaz de ello, ni es psicológicamente competente para idear la historia de la resurrección, y sabiendo que es mentira, dar su vida por ello. Psicológicamente, esto es imposible.

Por lo tanto, primera posibilidad: Jesús dijo que Él era Dios, pero sabía que no lo era, era un impostor. Segunda posibilidad: Jesús dijo que Él era Dios, pero estaba engañándose a sí mismo. Estaba enfermo mentalmente. Tercera posibilidad: Él nunca dijo que era Dios, los discípulos pusieron esas palabras en su boca. Es psicológica y religiosamente imposible. Entonces debe haber una cuarta.

¿Qué fue lo que cambió a los seguidores del Señor, destrozados y rotos, en los fervientes evangelistas que convirtieron al Imperio Romano que se deshizo de todos los dioses de los griegos y romanos? Yo no conozco a nadie en el mundo que se incline ante ellos hoy en día. En ese momento, todos se inclinaban ante ellos. Y los discípulos ganaron a todo el mundo civilizado para Cristo. ¿Qué pasó con estos hombres que se transformaron de ser un grupo quebrado, destruido de seguidores derrotados, en mártires fervientes por Cristo?

Debe haber una cuarta posibilidad: Jesús es lo que dijo que era, el Hijo de Dios. Ese es el testimonio de los documentos primitivos. Al volver al principio, esta es la declaración universal de los profetas y de los apóstoles.

Los profetas han dicho: “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y llamará su nombre Emmanuel, Dios con nosotros… ” [Mateo 1:23]. “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, Hijo, y Su nombre será llamado Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” [Isaias 9:6]. Volviendo a los documentos primitivos: “En el principio era la Palabra, el logos… y el logos era Dios… y el logos se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” [Juan 1:1, 14].

Y una vez más, estas palabras estudiadas, vuelven a los documentos primitivos. Colosenses 1:15: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”.

Y nuevamente, en Tito 2:13: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”.

Desde el principio, en el primer siglo cristiano, Jesús fue adorado como Dios. Es una cosa extraña para mí. Estoy discerniendo mi reacción a esto. Es una cosa extraña para mí, en mi estudio de la historia cristiana, ver que la primera herejía a la que la Iglesia se enfrentó fue el gnosticismo docético, docetismo, los Docéticos. Hay una palabra griega dokeo que significa parecer, aparecer. Docético viene de dokeo, parecer, aparecer. Y gnóstico significa alguien que se jacta de su conocimiento superior. Gnosis es la palabra griega para el conocimiento. Así que los gnósticos docéticos eran hombres que se proclamaban a sí mismos de poseer la sabiduría superior y conocimiento. Entonces, en el primer siglo cristiano, la primera herejía a la que la iglesia se enfrentó fue el gnosticismo docético, es decir, que Jesús solo parecía tener un cuerpo. Él solo parecía ser humano, pero en realidad Él era Dios.

Tan profunda, fundamental y dinámica fue la impronta de Jesús como Dios, que la primera herejía fue, Él no es hombre. Su cuerpo simplemente apareció, dokeo, solo parecía ser un ser humano, pero Él era Dios en realidad. Así que la adoración de Jesús como Dios, en los primeros siglos de la cristiandad, fue la gran característica de la fe.

En 112 d.C., Plinio el Joven, que fue el gobernador romano de la provincia romana de Bitinia, escribió una carta a Trajano, el César, el emperador romano en Roma. ¿Cuál fue el motivo de la carta? Se estaban vaciando los templos de Bitinia, ya nadie adoraba a los dioses griegos, a los dioses romanos: Júpiter, Mercurio, Poseidón. Los templos estaban vacíos. Y Plinio, el gobernador, le escribía a Trajano no sabiendo qué hacer. Pues bien, en la carta, Plinio explica por qué los templos griegos estaban vacíos.

Él dice: “Los cristianos, los cristianos han barrido la provincia de Bitinia y se reúnen el primer día de la semana, eso es en domingo. Se reúnen el primer día de la semana para cantar himnos a Jesús como Dios”. Eso es lo que escribió Plinio.

El comienzo de la fe cristiana ha sido así. Jesús es Dios. Ahora, hasta aquí ha sido mi introducción, pero ahora llegamos al sermón. El sermón tiene cuatro puntos.

Número uno: Estoy hablando de Jesús, el hombre que es Dios. En primer lugar, lo que Él dijo, solo Dios podía decirlo. Esa es la primera confesión, Jesús como Dios. Si alguien más hubiera dicho estas palabras, sería un blasfemo; pero en los labios de Jesús son apropiadas. Lo que Jesús expresó solo Dios podía decirlo. Estas son las cosas que dijo el Señor:

“Yo soy la luz” [Juan 8:12].

“Yo soy el camino; Yo soy la verdad”  [Juan 14:6].

“Yo soy la vid” [Juan 15:1, 5].

“Yo soy la vida” [Juan 14:6].

“Pedid en mi nombre” [Juan 14:13-14].

“Voy a resucitar de entre los muertos” [Juan 2:19].

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día postrero” [Juan 6:54].

“Guarda mis mandamientos” [Juan 14:15].

“Yo soy de arriba” [Juan 8:23].

“Yo soy la luz del mundo” [Juan 8:12]. ”

Porque he descendido del cielo” [Juan 6:38].

“Antes que Abraham fuese, yo soy” [Juan 8:58].

“Todo poder me es dado en el cielo y en la tierra” [Mateo 28:18].

“Yo soy mayor que el templo” [Mateo 12:6].

“Uno mayor que Salomón está aquí” [Lucas 11:31].

“Yo soy el Señor del sábado” [Marcos 2:28].

“El que me ha visto a mí ha visto a Dios el Padre” [Juan 14:9].

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” [Mateo 11:28].

“Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy” [Juan 13:13].

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” [Marcos 13:31].

“Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder y viniendo en las nubes de gloria” [Mateo 26:64].

“Esta es mi sangre del nuevo pacto derramada para remisión de los pecados” [Mateo 26:28].

“He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” [Mateo 28:20]. “El Hijo del Hombre vendrá, y entonces Él recompensará a cada uno según sea su obra” [Mateo 16:27].

 

Esas son las palabras de Dios. Serían una blasfemia si no salieran de los labios de Aquel que es el gran “YO SOY”.

Número uno: Las palabras que dijo, son las palabras de Dios. Número dos: Lo que era en sí mismo, la vida que Él vivió, la existencia de la revelación de Dios en Cristo Jesús, lo que Él era es lo que Dios es. Jesús santo, sin pecado, puro, sin mancha, el hombre ideal.

¿Dónde voy a encontrar la vida ideal? Es imposible que la humanidad la cree. No puede hacerlo. Leamos a Aquiles en la Ilíada de Homero, o a Ulises en su Odisea. ¿Es Aquiles? ¿Es Ulises? Homero no puedo haberlo creado.

O Eneas de Virgilio en su Eneida. ¿Es Eneas? Virgilio no pudo crearlo.

El Agamenón de Esquilo. ¿Pudo Esquilo crearlo?

Beatriz de Dante. ¿Podría Dante crear una vida tan santa y celestial? ¿Podría?

Hamlet de Shakespeare. ¿Es Hamlet?

Jean Valjean de Víctor Hugo. ¿Es Jean Valjean?

O el rey Arturo de la Mesa Redonda de Alfred Lord Tennyson. ¿Es el rey Arturo?

Ningún hombre puede crear la vida santa y celestial del Señor Jesús. No puede hacerlo. Incluso los enemigos de nuestro Señor, como Pilato, dijeron: “Yo no encuentro ningún delito en él en absoluto” [Juan 18:38]. Judas dijo: “Yo he pecado entregando sangre inocente” [Mateo 27:4]. La esposa de Pilato dijo a su marido: “No tengas nada que ver con ese hombre justo” [Mateo 27:19]. Uno de los malhechores crucificados con Él dijo: “Este hombre no ha hecho nada malo” [Lucas 23:41]. Y el centurión que presidió su ejecución, dijo: “En verdad, este hombre es el Hijo de Dios” [Marcos 15:39].

Nuestro Señor es único, separado y aparte. No hay nadie como Él. Para el artista, Él es totalmente adorable. Para el arquitecto, Él es la piedra angular. Para el astrónomo, Él es el sol de justicia. Para el panadero, Él es el pan de vida. Para el banquero, Él es la riqueza del mundo. Para el biólogo, Él es la vida misma. Para el constructor, Él es el cimiento seguro. Para el médico, Él es el gran médico. Para el educador, Él es el maestro de maestros. Para el ingeniero, Él es el camino verdadero y vivo. Para el agricultor, Él es el sembrador y el Señor de la mies. Para el florista, Él es la rosa de Sarón y el lirio de los valles. Para el geólogo, Él es la roca de la eternidad. Para el horticultor, Él es la vid verdadera. Para el juez, Él es justo y el juez de todos los hombres. Para el jurado, Él es el testigo fiel y verdadero. Para el abogado, Éll es el gran consejero. Para el periodista, es el anuncio, una gran alegría. Para el filántropo, Él es el don inefable. Para el filósofo, Él es la sabiduría de Dios. Para el predicador, Él es la palabra del Señor. Para el escultor, Él es la piedra viva. Para el siervo, Él es el buen jefe. Para el hombre de Estado, es el deseo de todas las naciones. Para el estudiante, Él es la verdad encarnada. Para el teólogo, Él es el autor y consumador de nuestra fe. Para el trabajador esforzado, Él es quien nos da descanso. Para el pecador, Él es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo [Juan 1:29]. Y para el cristiano, Él es nuestro Señor y nuestro Dios.

No hay nadie como Él, ni es posible que el genio humano pueda crearle. Él es único y aparte. Él es el Señor, nuestro Dios.

No solo las palabras que Él habló eran las palabras de Dios, no solo lo que Él era, la vida que Él vivió, es la vida de Dios. El número tres, lo que hizo solo Dios podía hacerlo.

Podía hablar con los furiosos vientos y las olas. “Estad quietos ” y callaron a sus pies [Marcos 4:39]. Él le decía a un paralítico: “Levántate”, y el que nunca había caminado se puso de pie [Juan 5:8-9]. Decía al leproso: “Sé limpio “, y el leproso era renovado [Mateo 8:3]. Él podía hablar a los muertos: “Salid”, y los muertos volvían a vivir [Juan 11:43-44]. Él dijo: “Al tercer día me levantaré de entre los muertos” [Lucas 24:46].

Romanos 1:4 tiene una palabra maravillosa, horizo. Nuestra palabra horizonte viene de ella. Es la demarcación que se encuentra entre la tierra y el cielo, el horizonte. La traducción de la palabra horizo es declarado ​​. Jesús es horizo, declarado, señalado, marcado para ser el Hijo de Dios por la resurrección de entre los muertos.

Me hizo gracia algo que leí de la vida de Napoleón Bonaparte. Un hombre se acercó a él y le dijo que estaba empezando una nueva religión, pero que estaba teniendo problemas para conseguir que la gente creyera en él. Napoleón comentó: “¿Por qué?, eso sería fácil. Solo consigue ser crucificado y resucita al tercer día de entre los muertos. Entonces creerán en ti”. Lo que hizo Jesús, solo Dios podía hacerlo.

Número cuatro: No solo lo que Él dijo, únicamente Dios podría decirlo; no sólo lo que Él era, solo Dios podría serlo; en tercer lugar, no sólo lo que Él hizo, solo Dios podía hacerlo. Además, en cuarto lugar, lo más dulce y más preciado de todos: La esperanza y la promesa que Él ofrece, es la esperanza y la promesa de Dios.

En la vida, Él es nuestro amigo, peregrino y compañero. Yendo por cualquier camino solitario, Él camina con nosotros. Frente a cualquier confrontación, Él está ahí para ayudarnos. En cualquier dolor, Él es la fuerza y ​​el descanso. En la vida, Él es nuestro gran amigo. La esperanza y la promesa de Dios están en Él. No solo en la vida, sino en la muerte, la esperanza y la promesa que tenemos en Cristo está en Dios.

Querido Señor Jesús, debería arrodillarme ante Ti. Tú eres tan santo, alto y sublime. Me siento como Simón Pedro, que se inclinó a tus pies diciendo: “Señor, aparta de mí. Soy un hombre pecador. No soy digno de estar en tu presencia” [Lucas 5:8]. Me siento como el apóstol Pablo: “Yo soy el más insignificante de los santos” [Efesios 3:8].

¿Cómo podría estar aquí y nombrar el nombre inefable, al gran Yo Soy, Jesús? Es solo cuando caemos a tus pies como muertos que tú pones tu mano derecha sobre nosotros, como lo hiciste al santo apóstol Juan, y dices: “No temas, yo tengo las llaves del infierno y de la muerte” [Apocalipsis 1:17-18].

Nuestro Señor, si alguna vez en nuestras vidas hubo un tiempo en que te confesamos como Salvador y Rey, es ahora. Bendice a tu pueblo que, con el corazón abierto, elevamos nuestras almas a Ti. Señor, Señor, en adoración, amor y acción de gracias por salvarnos, te alabamos por siempre jamás.