El Gran Misterio de la Iglesia

El Gran Misterio de la Iglesia

September 4th, 1983 @ 8:15 AM

Efesios 5:25-32

EL GRAN MISTERIO DE LA IGLESIA Dr. W. A. Criswell Efesios 5:25-32 9-4-83    8:15 a.m.   Dentro de la serie de mensajes doctrinales sobre la iglesia, Eclesiología, el mensaje de hoy se titula El Gran Misterio De La Iglesia. Vayamos en nuestras Biblias a Efesios capítulo...
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EL GRAN MISTERIO DE LA IGLESIA

Dr. W. A. Criswell

Efesios 5:25-32

9-4-83    8:15 a.m.

 

Dentro de la serie de mensajes doctrinales sobre la iglesia, Eclesiología, el mensaje de hoy se titula El Gran Misterio De La Iglesia. Vayamos en nuestras Biblias a Efesios capítulo 5:1 y 2. Se trata de una encíclica, una epístola general, el Textus Receptus está dirigido a la iglesia de Éfeso. Pero está dirigida a todas las iglesias, dirigida a nosotros. Efesios capítulo 5, comenzando en el versículo 25 y leyendo hasta el versículo 32. Efesios 5:25:

 

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el loutron, el kiyyor, el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, pues nadie odió jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne. Grande es este musterion, pero yo me refiero a Cristo y a la iglesia.

[Efesios 5:25-32]

 

“Grande es este misterio; pero yo me refiero a Cristo y a la iglesia”. Para nosotros la palabra “misterio” significa un enigma, algo escondido, un misterio para nosotros, es algo que no podemos saber o conocer, insondable, incomprensible, un misterio. Pero la palabra musterion no tenía esa connotación en absoluto. En el griego se refería a las religiones de misterio, como los misterios de Eleusis. Nadie conocía esos misterios, excepto aquellos que fueron iniciados en la religión. Solo un iniciado conocía el misterio, es decir, los ritos secretos de la religión. Los escritores del Nuevo Testamento tomaron esa palabra musterion y la utilizaron para describir un secreto guardado en el corazón de Dios hasta que Él eligió revelarlo a sus santos apóstoles. Esos planes secretos y propósitos electivos que Dios guardaba en su corazón hasta el día que Él los reveló, fueron llamados musteria, misterios, un musterion.

En las Escrituras hay muchas referencias a los misterios de Dios. La encarnación es uno: “Y sin contradicción”, escribe Pablo, ”grande es el musterion de la verdadera religión: Dios fue manifestado en la carne” [1 Timoteo 3:16]. ¿Quién podría pensar en que Dios tomaría forma humana? Es un musterion. Él hablará otra vez del tremendo misterio del rapto de la iglesia. Dice:

 

La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. Os digo sin musterion: No todos moriremos; pero todos seremos transformados.

[1 Corintios 15:50-51]

 ¡Qué cosa tan maravillosa! Nadie jamás lo hubiera sabido. Es un musterion guardado en el corazón de Dios hasta el día en que Él lo reveló a sus santos apóstoles.

Así es que la palabra se utiliza para describir a la iglesia. La iglesia es un musterion, es una nueva creación que tiene una forma, sustancia y significado que ningún hombre podría conocer nunca mediante la búsqueda. Los profetas no lo vieron. La iglesia no figura en el Antiguo Testamento. Isaías, Ezequiel, Daniel nunca lo supieron. Cada vez que se identifica a la Iglesia con Israel, encontramos a la Palabra de Dios tan enigmática y tan poco comprensible que finalmente la dejas a un lado como si fuera un fragmento de literatura antigua, una reliquia de una antigua tribu, pero no tiene sentido. No se puede unir a menos que veamos la verdad dispensacional de Dios, una de las cuales es la siguiente: Pablo escribe, en el tercer capítulo del libro a los Efesios:

 

Cómo que por revelación Dios me dio a conocer el musterion como escribí antes, para que podáis entender mi conocimiento en el musterion de Cristo, el cual en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu.

 [Efesios 3:3-5]

Ahora, ¿cuál es ese musterion que Pablo está describiendo aquí? El musterion de la nueva creación: la iglesia, que en ella los gentiles son coherederos, partícipes de la misma promesa [Efesios 3:6]. Dios eligió, seleccionó a la nación judía como peculiarmente suyos. Pero en este musterion, un secreto que Dios guardaba en su corazón hasta el día en que lo reveló, hay un nuevo cuerpo, una nueva creación, una nueva elección. Y esa nueva creación se llama iglesia.

Pablo escribe, ” y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del musterion escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas” [Efesios 3:9-10]. Es algo glorioso, nuevo y maravilloso que Dios ha hecho. En esta nueva creación, la iglesia, se encuentran los judíos, los gentiles, hombres y mujeres, esclavos o libres, ricos y pobres, jóvenes y viejos, educados e ignorantes, todos juntos forman una congregación gloriosa en el Señor, llamado “el cuerpo de Cristo”, la iglesia de nuestro Señor.

Ahora, escribe de ella de una manera inusual en nuestro pasaje, en el texto que vamos a exponer. Habla del origen de la iglesia, de dónde vino:

 

Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; pero yo me refiero a Cristo y a la iglesia.

[Efesios 5:30-32]

 Lo que Pablo hace al describir este musterion, esta nueva creación, es referirse a Génesis capítulo 2:21, 22, 23, 24: ”Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía, tomó una de sus costillas, “tsela” – la palabra ordinaria hebrea para “lado”, como la ladera de una montaña, el lado del arca, el lado del tabernáculo, el lado del altar de oro del incienso, se utiliza en toda la Biblia, tsela – solo en este lugar se traduce por ”costilla”, no tengo idea de por qué, ni lo puedo saber. Nadie sabe por qué eligieron llamarlo “costilla”, tsela.

 

Dios tomó del costado de Adán y cerró la carne del mismo, y de ese lado que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Cuando Adán la vio, dijo: “Esta es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne: esta será llamada ishshah, porque fue tomada del ish. Esta será llamada mujer, porque fue sacada del hombre.” Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

[Génesis 2:21-24]

“Grande es este musterion; pero yo me refiero a Cristo y a la iglesia”. El apóstol dice así: Como Eva fue sacada del costado de Adán, la iglesia fue sacada del costado de nuestro Señor. Nacemos de sus sollozos, sus lágrimas, sus llagas, su agonía, su sangre, su sufrimiento y su cruz; y del costado de nuestro Señor, de donde sale el carmesí de su vida, los sufrimientos del Salvador, el musterion. ¿Quién habría pensado que de la brutal condena y ejecución de un hombre por el gobierno romano nacería la iglesia de Jesucristo? Es un musterion. Es un secreto guardado en el corazón de Dios hasta el día en que lo reveló a sus apóstoles, al mundo y a nosotros [Efesios 3:3-6]. Es una cosa maravillosa, ¡una cosa maravillosa!

Fue maravilloso en su signo, en su símbolo, en la creación de Eva del costado de Adán. Es aún más maravilloso cuando vemos el anti-tipo: lo que Dios estaba haciendo cuando creó a la iglesia de los sufrimientos y las lágrimas y la cruz de nuestro Señor. Fuimos sacados de su costado, de cerca de su corazón, el musterion de la iglesia.

Y Pablo dice: “Cristo amó a la iglesia”. Si usted es una madre, creo que lo podrá entender mejor de lo que cualquiera de nosotros que somos hombres, jamás podríamos entenderlo. En el parto y en la agonía de dar a luz, una madre ama de alguna manera al niño con una profundidad, a un nivel que tal vez un hombre nunca podría entender. Después de haber sufrido por el niño, la madre lo ama de una manera profunda y diferente. Lo mismo sucede con Cristo y su Iglesia: Habiendo sufrido por nosotros, muriendo por nosotros, derramando su vida por nosotros, Él nos ama de una manera profunda y diferente. “Cristo amó a la iglesia, y se entregó por ella”. Él nunca dijo:” Mi esposa”, Él nunca dijo:” Mi hijo”, pero dijo: “Mi iglesia… Cristo amó a la iglesia, y se entregó por ella”.

Lo vemos otra vez: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; pero yo me refiero a Cristo y a la iglesia” [Efesios 5:31-32]. Nos unimos a Cristo en un solo cuerpo con él. Estamos juntos con Él indisolublemente, inseparablemente, para siempre, eternamente, somos uno con el Señor. Como Él es, somos; como somos, Él es. No estamos separados. Estamos crucificados con Él. Porque somos sepultados juntamente con Él. Nos levantamos con Él. Somos resucitados con Él. Estamos en el cielo con Él. Él es nuestra cabeza y estamos unidos en su cuerpo. Él está con nosotros, aquí en esta tierra. Nosotros somos su cuerpo. Somos la voz de Cristo para predicar el evangelio de salvación. Somos el corazón de Cristo, en el amor compasivo. En ningún lugar de la Biblia encontraremos que el Señor diga: “Apartad esos leprosos, esos paralíticos, estos ciegos y estos pobres”, siempre “traédmelos”, y sanaba a todos ellos. Somos su corazón de compasión en esta tierra. Nosotros le pertenecemos. Somos su cuerpo. Somos sus pies, para visitar y para llevar el mensaje de salvación. Somos sus manos para ayudar y servir. Así como Cristo es, nosotros somos. Le pertenecemos.

¿Me puedo desviar aquí por un momento? Siempre que exponemos la Palabra de Dios con sinceridad y correctamente, todas las partes se acoplan, encajan. Si no la exponemos correctamente, habrá partes que serán irregulares y no encajarán. Un ejemplo: Una de las grandes doctrinas de la Biblia es la elección, la predestinación, la seguridad y la salvación eterna de los santos. Dios tiene un libro arriba, en el cielo, y en ese libro ha escrito los nombres de los que se salvan [Lucas 10:20]. Cada uno de ellos responderá a su nombre en ese último día. Ninguno se perderá. “Yo les doy vida eterna,” Él dijo en Juan 10:[28], “y no perecerán jamás”. Ahora, cuando se predica la verdad de esta doctrina, la doctrina de la elección, la predestinación, la elección omnipotente y el poder de Dios, que los que se refugian en él serán salvos para siempre, cuando haces eso, cada pequeña parte de la Biblia se ajusta muy bien, con precisión y perfección. Y aquí hay un ejemplo. En el capítulo 12 de la primera carta a los Corintios, Pablo dice que todos somos miembros del cuerpo de Cristo, todos nosotros somos miembros. Él confiesa que todos nosotros hemos sido bautizados en el cuerpo de Cristo por el Espíritu Santo. “Por un Espíritu, el Espíritu Santo de Dios, somos todos bautizados en el cuerpo de Cristo” [1 Corintios 12:13]. Cuando fuimos salvos, nos unimos al cuerpo de Cristo. Luego, después de que Pablo manifiesta esto en el capítulo 12 de 1 Corintios, habla de los diferentes tipos de miembros de ese cuerpo y se refiere a la mano, a los pies, a los ojos, y al oído [1 Corinthians 12:14-26]. Ahora, cuando predicamos la doctrina de la seguridad eterna del pueblo de Dios, veamos cómo encaja: Sería una doctrina extraña y peculiar a las Escrituras ponerse de pie y decir: “Dios añade una mano a su cuerpo, entonces se la quita y se la vuelve a poner. Tú eres salvo, estás perdido, eres salvo de nuevo, perdido, salvo, se pone la mano, se la quita, se la pone de nuevo. O su pie: Dios añade un pie a su cuerpo, y Él se lo quita, lo vuelve a poner de nuevo, se lo quita, lo vuelve a poner de nuevo, salvo y perdido, salvo y perdido. O el ojo: Sácatelo, ponlo de nuevo, sácatelo, vuelve a ponértelo”. Ese tipo de doctrina es ajena a las Escrituras.

Cuando Dios añade un pie a su cuerpo o una parte a su cuerpo, lo agrega para siempre, nunca lo quita, nunca lo corta, nunca lo desecha. Lo agrega para siempre. Ahora, podemos tambalearnos y tropezar, muchas veces somos indignos de su gracia y amor, pero nunca estamos definitivamente desechados. Cuando un hombre se añade al cuerpo de Cristo, hay algo en su corazón que nunca es igual. Es una nueva criatura, dice la Biblia, en Cristo Jesús [2 Corintios 5:17], y nunca puede escapar de ello, nunca puede huir, olvidarlo, ahogarlo, ser indiferente a ello. Se trata de una nueva creación. Al pertenecer al cuerpo de Cristo, aunque seamos el miembro más humilde; sin embargo, estamos seguros en Él. Mientras la cabeza de un hombre esté por encima del agua, no puedes ahogar sus pies. Y mientras Cristo, nuestra cabeza, esté en el cielo, puedo ser solo las plantas de sus pies, pero no puedo ser ahogado, estoy seguro y guardado en Él. Esa es una de las razones por las que Pablo dice aquí: “Grande es este musterion; pero yo me refiero a Cristo y a la iglesia” [Efesios 5:32].

Veamos una vez más: dice, “Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” [Efesios 5:25-26]. Solo se utiliza loutron en otro lugar en el Nuevo Testamento, en Tito 3:5: “…nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el loutron de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. Entonces usa aquí:”para santificarla, habiéndola purificado en el loutron,” donde los sacerdotes se bañaban antes de entrar en la casa del Señor [Ephesians 5:26]. Es una cosa extraordinaria: “con el loutron de la Palabra”.

La Palabra, la Palabra de Dios, el efecto que tiene, cuando un fiel la predica, es que una iglesia brotará. Lo hice una vez cuando era joven. Fui a un estado pionero en América, en el oeste, de pie en una escuela durante dos semanas en el auditorio prediqué el evangelio. Y cuando terminé, teníamos decenas de conversos; los bauticé en un estanque. Luego dijeron: “Queremos organizar una iglesia”. Y presidí la organización de la iglesia. La predicación de la Palabra, produjo una iglesia. Y la misma predicación de la Palabra limpia la iglesia, santifica a la iglesia del error doctrinal y de todo tipo de cosas que puedan entrar en el pueblo de Dios. La predicación de la Palabra la limpia y la mantiene correcta y pura a Su vista.

Por la predicación de la Palabra de Dios, la Iglesia está organizada de acuerdo a las Escrituras. Tiene ordenanzas conforme a las Escrituras. Se ordena a los pastores y diáconos conforme a las Escrituras. Tiene prácticas de acuerdo a las Escrituras. Y sus grandes temas doctrinales son conforme a las Escrituras. Cuando se predica la Palabra de Dios, el Espíritu de Dios limpia la iglesia de todo error y desviación doctrinal. La iglesia debe mantenerse doctrinalmente pura por el lavamiento de la Palabra.

Voy a terminar. Dice en este pasaje: “Maridos, amad a vuestras mujeres” [Ephesians 5:25], y entonces en efecto, mujeres amad a vuestros maridos: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne. Grande es este musterion, pero yo me refiero a Cristo y a la iglesia” [Ephesians 5:31-32]. Cuando te casas, hay un compromiso profundo como la vida misma. Cuando amas a tu esposa y tu esposa te ama, es un compromiso profundo como el alma. “Grande es este musterion, pero yo me refiero a Cristo y a la iglesia”. Es impensable, inimaginable que exista una unión sin compromiso. Es una contradicción en los términos, es una anomalía en el pensamiento. En la unión, hay un gran compromiso y lo encontramos en la iglesia que ama a Jesús y sirve al Señor.

Nuestro maravilloso Señor, ¿cómo puede ser que la gracia y el amor de Jesús lleguen a mí? En esta pequeña ciudad, en esta pobre familia, en esa pequeña caja de galletas que es nuestra iglesia; escuchando el evangelio de Cristo, respondiendo en lo más profundo de mi alma, bautizado en el cuerpo de nuestro Señor, agregado como un miembro de su preciosa iglesia. Señor, te doy gracias y te alabaré por siempre porque las manos extendidas de Cristo me alcanzaron y porque su amor y su gracia me incluyeron. Dios, te amamos. Jesús, te adoramos y te alabamos. Oh, Espíritu Santo de Dios, gracias te doy por conquistarnos e invitarnos a ir a ti.